DESTACADOS - EL "CHE"
¿Qué va a ser de mí?
yo mismo no sé en qué
tierra dejaré mis huesosErnesto Guevara.
Por Germán Antía Montoya
Decano Facultad de Ciencias Forenses
y de la Salud Tecnológico de Antioquia
Necropsia histórica
Prueba de muerte
Última morada
A la luz forense
“¡Tirá cobarde, no tengás miedo que vas a matar a un hombre!” fueron las últimas palabras con marcado acento porteño pronunciadas por el Che con una fuerza y firmeza que conmovieron a los presentes en la escuelita de la Higuera y, en especial, al militar Mario Terán, a quien le tembló la mano para fusilarlo.
El Che puso su protuberante frente en alto y expuso a los verdugos con firmeza su tórax que recordaba las historias de agobiantes asfixias infantiles. De inmediato, un severo ataque de asma afectó al guerrillero y le dificultó la respiración primero que las balas. Ernestito desde chico se fastidiaba aún con el agua de las piletas porque le desataba ataques de asfixia.
Ernesto Che Guevara fue fusilado por un comando militar en la Higuera, Provincia de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, el 9 de octubre de 1967 a la 1:10 del medio día.
El cadáver fue llevado para la necropsia sobre una camilla de lona militar al lavadero del Hospital Nuestro Señor de Malta.
Para controlar la situación, los militares nombraron en rango de subteniente a los médicos del hospital de La Higuera, Abraham Isaac Baptista y José Martínez Casso, quienes ya impuestos de su condición militar realizaron hacia el final de la tarde la autopsia, bajo la estricta vigilancia de Toto Quintanilla, jefe de la temida inteligencia boliviana.
Necropsia histórica
Caía el Sol de los cóndores. Eran las 5:30 de la tarde. Los doctores Baptista y Casso iniciaron la necropsia del Che.
Inspeccionaron el cadáver y por la pésima condición de las ropas reconocieron el estado de abandono en que se encontraba.
La enfermera Susana Osinaga desvistió el cuerpo de Guevara que yacía sobre el lavadero del hospital. Tenía muy sucios los pantalones y los calzoncillos, vestía una campera nueva, diez pares de medias y una gorra con una estrellita bordada en rojo. Observó heridas de bala en el pecho, la clavícula izquierda y una tercera en el antebrazo izquierdo.
El protocolo de la necroscopia y el certificado de defunción del guerrillero permanecen después de cuarenta años en una caja fuerte como reserva clasificada de la inteligencia militar boliviana.
Solo se conoció oficialmente esta parte del informe de la necropsia: “…Su fallecimiento se debió a múltiples heridas de bala en el tórax y en las extremidades…” El acta de la autopsia reconoce nueve heridas de balas así:”… Dos en las piernas, una en el tercio medio de la pierna derecha otra en el tercio medio del muslo izquierdo en sedal (herida de bordes finos); dos en las regiones claviculares; dos en las costales; y una en la pectoral…”.
El informe médico legal atribuye como causa de la muerte “…Las heridas de tórax y la hemorragia consecuente…”.
Algunos testigos presentes en la improvisada morgue dijeron que por el clamor de las monjas y enfermeras el cadáver del subversivo escapó a la decapitación que le querían ejecutar los militares que lo capturaron. Las monjas pidieron clemencia para que no se decapitara el cadáver que les evocaba una figura religiosa yaciente.
Los presentes dijeron que era un cadáver que imponía solemnidad en el cuchitril que hacia las veces de morgue.
La mirada abierta del cadáver del Che vigilaba todos los movimientos siniestros. Los enormes parpados se negaron a dejarse cerrar.
Prueba de muerte
La luz del Sol de octubre entró por la ventana del lavadero, iluminó los ojos aceitunos del cuerpo dejando ver la mancha de Sommer que indicaba la deshidratación cadavérica.
No obstante, los militares le ordenaron al Doctor Abraham Isaac mutilarle las manos para dejar evidencia de la muerte del Che, enviarlas a La Habana, Cuba, en una lata con formol y hacerle saber a Fidel Castro la muerte de su compañero de luchas.
Uno de los militares presentes en la necropsia amputó la falange distal del dedo meñique izquierdo. Y, en efecto, la carta necrodactilar del guerrillero no registra la impresión de las huellas de la última falange del dedo meñique izquierdo.
Castro lloró amargamente en la soledad ante las manos cercenadas y arrugadas por la acción del fuerte líquido que preservaba los pedazos del Che.
Fue la primera noticia que se tuvo de las lágrimas derramadas por el dictador. Compungido el 15 de octubre de 1967 confirmó desde La Habana la noticia del deceso de Ernesto Guevara.
Los altos oficiales destacados en La Paz, Bolivia, telegrafiaron a los comandos acantonados en la Higuera ordenando la cremación del cadáver. Más peligroso que el Che era su cadáver, se dijeron los militares. Dieron la orden expresa de esparcir las cenizas por las altas cordilleras suramericanas donde anidan los cóndores.
Y, es que los militares estaban empecinados en que el cadáver del guerrillero no debía tener tumba ni mausoleo ninguno, prohibían darle sepultura. Ese cadáver, a criterio de los militares, debía quedar expuesto a la voracidad de loa cóndores y quedar para siempre en el olvido del mundo de ultratumba sin el honor de una tumba.
Pero otra cosa pensaron los médicos y los militares en el escenario de los acontecimientos aquella tarde de octubre de 1967. Alguien sugirió embalsamarlo para dejar la evidencia de la muerte del Che y dar a conocer al mundo la noticia del operativo militar.
Pensaron embalsamar la cabeza para evidenciar la muerte de Guevara. En efecto, abrieron el cuello para buscar la arteria carótida y le inyectaron formol.
Todos posaron en una foto con el cadáver sobre el lavadero para lo cual se atalajaron los uniformes.
Las contradictorias noticias de prensa de ese entonces daban a conocer que el guerrillero fue capturado herido y dado de baja en combate.
Un oficial de alta nomenclatura del ejército boliviano contó ante los periodistas una herida más; esta última era en la garganta y no estaba registrada en el polémico informe de autopsia del Doctor Abraham Isaac.
Estos detalles fueron mencionados en momentos de gran confusión en la lejanía de las selvas bolivianas y bajo el sigilo de la inteligencia militar de La Paz.
Por las contradicciones de los informes las heridas y las circunstancias pasaron desapercibidas en esos momentos. De haber sido cierto que el Che fue capturado vivo no podía hablar vivo con sus captores con una herida de bala en la garganta. No había un crematorio en la apartada región donde fue abatido el guerrillero argentino.
Última morada
El cadáver mutilado fue sepultado en una fosa clandestina y sin dignidad por los militares bolivianos.
Años después se conoció que los huesos del guerrillero estaban enterrados en la mitad de una pista de aviación en Vallegrande, Bolivia. Una comisión humanitaria internacional promovió en 1995 el rescate de aquellos huesos.
El 28 de junio de 1997 una comisión forense cubano argentina halló el lugar de la fosa común en los alrededores de la pista de aterrizaje de Vallegrande e iniciaron las tareas de exhumación.
El ocho de julio de 1997 los restos del guerrillero fueron encontrados en una fosa común con siete cuerpos más en una fosa clandestina cerca de la pista de aterrizaje.
Los restos del Ernesto Che Guevara fueron cotejados con una radiografía tomada en 1954 y con la carta dental que se tenia en La Habana. Se reconocieron en el cráneo las prominencias frontales de la calavera producidas por los ataques de sinusitis que sufrió en la infancia.
Los restos fueron trasladados a La Habana, Cuba, para practicarle pruebas de ADN que se cotejaron con los de su hermano Roberto. Fueron enterrados en Santa Clara, Cuba.
A la luz forense
Las circunstancias de la muerte de Ernesto Guevara Lynch siempre fueron ambiguas; no hubo unidad de criterio en las versiones entregadas por los militares bolivianos. Las fotografías del cadáver recorren aún el mundo y son utilizadas como material publicitario en los comercios de importantes metrópolis.
Del acervo fotográfico de la muerte de Ernesto Che Guevara al cual puede acceder cualquier ciudadano de la aldea virtual se destacan las fotografías del cadáver sobre el lavadero del Hospital Señor de los Milagros de Malta y otra de las agencias de prensa internacional de julio de 1997 donde se muestra la osamenta del Che Guevara.
De las fotografías del cadáver sobre el lavadero de ropas de hospital que sirvió como mesa de necropsias se destaca una donde esta el cadáver del Che de cuerpo entero, un militar señala una herida en el tórax entre la tercera y cuarta costilla izquierda justo directo sobre la aurícula derecha.
Una herida en esta región corporal ocasiona un sangrado de 0,3 litros por minuto que lleva a la muerte en unos 7 a 10 minutos. Otra herida de proyectil de arma de fuego sobre el punto medio de la clavícula izquierda que comprometen el plexo braquial y la cúpula pulmonar izquierda.
Así las cosas, y teniendo en cuenta otras heridas, el Che pudo haber entrado en estado de inconciencia aproximadamente dos minutos después del disparo sobre el tórax. Por causa del ataque de asma crónica los estertores de la muerte se iniciaron rápidamente y conmovieron a los verdugos presentes en el patíbulo.
En las fotografías del cadáver boca arriba sobre el lavadero se observa también una herida en el antebrazo derecho, sobre el tercio medio del cubito una herida al parecer orificio de entrada de proyectil de arma de fuego. Las heridas en esta región indican defensa de la víctima para protegerse la cara cuando está frente al agresor que va a disparar.
En el brazo izquierdo y sobre el músculo bíceps se observa un hematoma ocasionado, posiblemente, cuando lo sujetaron y condujeron.
Debió ocurrir primero el disparo sobre el antebrazo izquierdo. Las víctimas de ataques con armas de fuego narran ver un fogonazo que sale de la boca del arma y la reacción instintiva es la de defensa y protección de la cara con el antebrazo. Después le propinaron los impactos en la clavícula y en el corazón.
No es posible aclarar detalles de las características de las heridas ocasionadas por los proyectiles de arma de fuego como bandaleta contusiva o tatuaje para determinar si los disparos fueron hechos a quemarropa.
En otra fotografía del Che Guevara sobre la mesa de necropsia se observan disecciones en las regiones laterales del cuello; una pinza quirúrgica sostiene la arteria carótida; esta disección es utiliza en los cadáveres para inyectar líquidos de embalsamamiento y fue la herida que posiblemente el oficial que recontó las heridas confundió con un orificio de proyectil de arma de fuego en la garganta.
Los mencionados cortes quirúrgicos son post mortem; sus bordes se ven suturados y sin hemorragias. En ningún caso se observan incisiones en cráneo ni en la línea media corporal.
En ninguna de las secuencias fotográficas tomadas al cadáver sobre el lavadero del hospital se observan instrumentos de autopsia ni cortes necro-quirúrgicos.
La fotografía de los huesos de Ernesto Che Guevara tomada el ocho de julio y difundida por las agencias internacionales de prensa se observa la calavera con mandíbulas y dentadura completa, escápulas, húmeros, costillas y vértebras.
El cráneo de la fotografía ofrece los detalles anatómicos de un cráneo masculino en especial una apófisis mastoides sobresaliente y maxilares y mentón en ángulo de aproximadamente 90 grados.
En la calavera del Che se observan en la región frontal las prominencias supra orbiculares muy desarrolladas; indican que esa persona padeció sinusitis crónica. No tiene corte necro quirúrgico como es costumbre en las necropsias.
Las Costillas y esternón no evidencian cortes como los utilizados en las necropsias.
De haberse realizado la necropsia esta fue incompleta. No se hizo con los estándares académicos ni científicos que reglamentan la práctica de la necropsia.
En esta diligencia se hace un corte transversal en el cráneo y se abre la cavidad torácica cortando esternón y costillas.
Así las cosas, queda en duda la calidad científica de la necropsia consignada en un documento celosamente custodiado por la inteligencia militar boliviana en una caja de caudales. Tal vez el certificado de defunción se hizo según las impresiones clínicas de los médicos que realizaron las necropsias.
Por tratarse de un guerrillero muy buscado por el cual se pagaba una recompensa si capturaba vivo o muerto no interesó a los militares hacer una necropsia con el rigor médico legal. Tenían el cadáver de un hombre de ímpetu con el vigor de 39 años. Consternados y rabiosos dieron nacimiento al mito del Che parido por sus fusiles en la escuela de La Higuera.
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